No te dejes distraer
demasiado tiempo por la farola y su duro metal, contra el que parece
haberse golpeado una y otra vez mi alma, dolorida y, a ratos,
cansada. Es el hombre del sombrero el protagonista, con el cuerpo más
castigado de lo que quisiera y su alma exacta a la mía.
Hace tiempo que se ha
dado cuenta que le ha tocado hacer un curso intensivo de aprendizaje,
de asistencia ineludible, al que le ha apuntado la vida. Simplemente
la vida. Que consigue marchitarte para, al mismo tiempo, engendrar
una flor cada vez más bonita, fruto de lo primero. Puede sonar
cursi, es como se me ocurre explicártelo.
Podemos decirlo de otra
forma, el hombre del sombrero, como cualquier otro hombre, va
aguantando los golpes de la vida que le hacen estar más enamorado de
élla.
Echaba de menos estar
sentado aquí, en este salón. Hace más de año y medio de mi
anterior publicación. He pasado por la puerta muchas veces, pero
sólo hoy he entrado. Han sido un cúmulo de sensaciones, buenas
sensaciones, incluso sabiendo que vería vacía la butaca donde
siempre estaba sentado Ripley.
No voy a asegurar que
vaya a quedarme, pero intentaré venir más a menudo.
.
.
Año y medio no es nada para el hombre del sombrero. En esta dimensión el tiempo se mide por otras coordenadas: la vida quita y añade en un juego de suma cero.
ResponderEliminarLa foto lleva tu firma: la sombra mostrando lo que falta para completar la escena. La sombra tal vez como una forma de nombrar la fotografía.