Lejos queda, aunque no lo parezca, aquella vez en que no eran tiburones, sino
hipopótamos los que me encontré en este mismo lugar.
Haciendo honor a Cornell Woolrich y, sobre todo, para evitar desde ya mismo
que se deje llevar el observador por las apariencias,
diré que Mateo es el tiburón disfrazado de chipirón, lo que viene a ser lo mismo
que decir que es un lobo con piel de cordero.
Ahí tienen al tiburón, como les había dicho.
Si no hubiera sido por él, la tarde hubiera sido otra.
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